Los san josé gregorio hernández Diarios
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Caracas fue su zona de residencia durante buena parte de su vida y la ciudad en la que falleció, a los 54 años, un 29 de junio de 1919, víctima del arrollamiento de un transporte en el sector La Pastora.
Una vez concluido el interrogatorio los frailes debían elegir con respecto a la aceptación de José Gregorio como cartujo, mientras el futuro novicio se retiraba a la capilla en retraso del resultado.
La arista del caraqueño distrito de la Pastora es hoy el decorado de pinturas e inscripcionesen su honor y muchos de quienes pasan por allí a diario se santiguan al hacerlo.
“I asked her mother and she told me that she asked José Gregorio Hernández for the miracle and that when we entered the surgery room, she felt his presence, and he told her that he was going to operate through our hands.”
Como explica el profesor Hernán, los milagros se seleccionan según la fuerza y las pruebas que presenten, para que los peritos puedan considerarlos verdaderos milagros en torno a la curación de cualquiera.
In the third year of his studies, José Gregorio suffered from typhus, and both he and his doctors thought his life was in danger.
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El reconocimiento al primer santo venezolano llega en un momento dramático para josé gregorio hernandez el país, pero que se produzca en plena pandemia le da un aura singular al acto, pues a este médico le tocó combatir la resfriado españoleaje en su país hace poco más de un siglo.
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Although his medical practice was successful, some biographies claim that José Gregorio’s charitable giving was "limitless," which meant he was never fully financially stable.
Hombre tanto de Certidumbre como de ciencia, José Gregorio Hernández tuvo que sortear algunas de las contradicciones que a veces se han planteado entre ambas.
Como se ve es un régimen de total aislamiento no solo del contacto humano sino de todos los posibles placeres del cuerpo como pueden ser el ingerir y el Tomar. Las mortificaciones son constantes pues el cilicio molesta en su contacto directo con la piel, y cuando hace frío, aunque las ropas son de borra, resulta muy incomodo, pues no les es permitido encender fuego para calentarse, ni siquiera cuando la temperatura llega hasta varios grados bajo cero en la escala centíescalón.
José Gregorio parte para Isnotú en agosto de 1888; desde Betijoque el 18 de septiembre de 1888, le escribe a su amigo Santos Dominici en Caracas: «…Mis enfermos todos se me han puestos buenos, aunque es tan difícil curar a la gente de aquí, porque hay que guerrear con las preocupaciones … que tienen arraigadas: creen … en los remedios que se hacen diciendo palabras misteriosas: en suma;… La clínica es muy escaso: todo el mundo padece de disentería y de asma, quedando uno que otro enfermo con tuberculosis o reumatismo…La botica es pésima...»[19][20]